viernes, 14 de diciembre de 2012

una visita inesperada

¿Qué decir?
Todo ocurrió un día cualquiera, en un clase cualquiera. Si no recuerdo mal; estábamos dando las palabras polisémicas. Cuando, ¡apareció! Allí estaba. Tocó a la puerta y entró. ¡El mismísimo Quijote! Cuando empezó a hablar, su voz era cálida como un atardecer de verano, su barba era negra como el carbón, su ropa era andrajosa y tenía algo de metal oxidado. Y me miraba. Eso es; me miraba. Y se dirigió hacia mi. Todo el mundo lo comentaba y casi me da un patatús.
Le pidió permiso a Verónica y me llevó al pasillo. Entonces me preguntó si quería ir con él a dar la vuelta al mundo. Yo di un salto de alegría, pero luego me lo pensé mejor. Le dije que con dar la vuelta a España ya estaba bien. Él aceptó.

Recorrimos Galicia, Asturias, La Rioja, Aragón... etc.
Cuando llegamos a Madrid, confundió la Fuente de Cibeles con un parque acuático... ¡y se tiró de cabeza! ¡Menudo coscorrón!
En recorrer toda España tardamos un mes. ¡Impresionante! ¿Verdad?

Cuando llegamos a Gijón no me lo podía creer. ¡Había estado recorriendo España con el mismísimo Quijote!

Para el que no se lo creyera, traía pruebas. Pruebas irrefutables de que había estado con él. Como por ejemplo lo era una punta de su lanza. Cuando en Gijón, confundió la estatua de la Loca con su amada Dulcinea y tiró su lanza al suelo.
¡Menuda aventura!


Lucía D.

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